Casi todas las buenas y malas películas de ciencia-ficción cuentan con su propio monstruo, un ser que provoca aversión y asombro en el gran público. Estos seres son llamados en muchos casos mutantes, una palabra que asociamos en el lenguaje coloquial a algo extraño, fuera de lugar en nuestra aparentemente ordenada naturaleza. Pero si os digo que todos somos mutantes...
Así es, todos somos mutantes, aunque afortunadamente nuestro aspecto, salvo contadas excepciones, no es monstruoso.
Sabemos que en el interior de nuestras células, más concretamente en el núcleo, existe esa molécula maravillosa que nos hace únicos, el ADN. Nosotros poseemos 46 moléculas o dicho de otro modo 46 cromosomas, 23 heredados por línea paterna y otros 23 por la materna. Estos se dividen en fragmentos continuos, los genes, de diferente longitud y que contienen la información para fabricar una proteína (más correctamente un polipéptido), molécula ésta responsable de nuestros caracteres.
Fotograma de la película "Alien, el octavo pasajero" |
Sabemos que en el interior de nuestras células, más concretamente en el núcleo, existe esa molécula maravillosa que nos hace únicos, el ADN. Nosotros poseemos 46 moléculas o dicho de otro modo 46 cromosomas, 23 heredados por línea paterna y otros 23 por la materna. Estos se dividen en fragmentos continuos, los genes, de diferente longitud y que contienen la información para fabricar una proteína (más correctamente un polipéptido), molécula ésta responsable de nuestros caracteres.
Representación de la molécula de ADN - www.quo.es |
Los genes para un mismo carácter de dos individuos de una especie cualquiera pueden presentar diferencias, de modo que en toda la población de esa especie, un gen puede poseer diferentes alternativas y por tanto el carácter derivado del mismo también. Estas alternativas génicas se conocen como alelos y es lo que ocurre, a modo de ejemplo, con los implicados en la determinación del grupo sanguíneo. Puedes tener en tus células tres tipos de genes diferentes que se conocen como el IA, IB o i.
¿Cómo han surgido a partir de una versión original? Por mutación, esto es, por un cambio que ocurre en la
información contenida en el ADN. La maquinaria celular, cuando copia el ADN para pasar la información a una célula hija, puede cometer errores que dan lugar a nuevas variedades. Estos cambios, si se producen, ocurren al azar de forma
natural. También
pueden estimularse por radiaciones (rayos X, rayos UV,
etc.), o por sustancias químicas, algunas más comunes en nuestro
entorno de lo que podríamos imaginar.
¿Qué
consecuencias tienen estos cambios? Generalmente pocas, si no se ven
afectados determinados genes importantes o como suele ser habitual
afectan a una parte minúscula de nuestra información genética. Por
ejemplo, una mutación corriente en una célula de mi dedo pulgar
durará lo que dura dicha célula. En ocasiones, pueden afectar a un
tipo de genes concreto y provocar que la célula se descontrole, llegando incluso a volverse cancerosa si hay varias mutaciones en determinados genes.
Solo en contadas ocasiones, si la mutación afecta a las células reproductoras, se transmitirá a la descendencia y si te toca la lotería de la naturaleza puedes ser el poseedor de variantes que sean ventajosas frente a las versiones originales. Si hoy estamos aquí como especie es porque portamos mutaciones que nos han
beneficiado a lo largo de nuestra historia evolutiva. Así que si alguien os llama mutante hacedle ver lo orgulloso que estáis de vuestras mutaciones.